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El peligroso juego de los impuestos a las empresas tecnológicas

17 marzo 2020, By Eva Calo

España ha sido el primer país europeo en instaurar la llamada “tasa Google”, un impuesto a las empresas tecnológicas destinado a compensar los tributos nacionales que dejan de pagar en algunos casos debido a su imaginativa ingeniería fiscal. La Unión Europea estudia aplicarlo en todo su territorio, para enfado de los Estados Unidos, aunque conviene recordar que otros países tienen medidas similares como la Diverted Profits Tax creada en Reino Unido en 2015.

Todos estamos de acuerdo en que las empresas, grandes y pequeñas, deben pagar los impuestos que les corresponden en los países donde obtienen sus ganancias. Pero cuando un país como España aspira a ser el “Silicon Valley” del sur de Europa, ¿tiene sentido gravar con nuevos impuestos, y de forma unilateral, precisamente a las empresas que se intenta atraer?

Tal vez deberíamos tomar ejemplo de dos países europeos que destacan por su capacidad para atraer a las multinacionales tecnológicas: Irlanda y Portugal. ¿Cómo lo están consiguiendo?

Canela

Irlanda: el paraíso de las empresas tecnológicas

Google, Apple, Microsoft o Twitter son algunas de las grandes empresas tecnológicas que tienen su sede europea en Irlanda. Tras superar una dura crisis económica, el denominado “tigre celta” ha vuelto a afilar las garras con una economía que ha crecido un 21 % desde 2017.

¿Cómo logra este pequeño país de menos de 5 millones de habitantes resultar atractivo para algunas de las mayores empresas tecnológicas del mundo? Sin duda, un poderoso incentivo es su fiscalidad, con un impuesto de sociedades del 12,5 %, frente al 25 % de España o el 33 % de Francia. Otros factores que atraen a las multinacionales extranjeras son una población joven y altamente cualificada, las excelentes conexiones aéreas con todo el mundo y el idioma inglés.

Su vecino, el Reino Unido, también acoge las sedes de muchas empresas tecnológicas, aunque el Brexit amenaza con ahuyentar algunas de ellas. Para evitarlo, el gobierno británico estudia reducir su impuesto de sociedades del 19 % actual al 17 % y ofrecer otros incentivos fiscales a las multinacionales tecnológicas, ahora que el país no estará sometido al marco legal europeo.

Portugal: apuesta decidida por el sector tecnológico

Otro país europeo que está teniendo mucho éxito a la hora de atraer empresas tecnológicas es Portugal. El impuesto de sociedades en este estado es del 21 %, no especialmente bajo. Sin embargo, recientemente se ha creado un régimen fiscal especial para Madeira que lo reduce al 5 % durante los primeros cuatro años para las empresas que se implanten en el archipiélago.

El país luso también cuenta con las «Startup Visa» y «Tech Visa», un régimen especial de visados que permite conceder permisos de residencia y de trabajo a los empleados extranjeros de empresas emergentes que se instalen en el país. Por su parte, la llamada “Golden Visa” da la residencia a los extranjeros que inviertan 500.000 euros o creen 10 empleos en Portugal.

Otras medidas impulsadas por el gobierno portugués son el decidido apoyo al Web Summit de Lisboa, que con 70.000 asistentes en 2019 amenaza con destronar al Mobile World Congress como el mayor evento tecnológico del sur de Europa. A esto se añade un programa de incentivos a las startups locales dotado con más de 300 millones de euros, la creación de distritos tecnológicos como el Hub Criativo Beato o el hecho de tener uno de los niveles de inglés más altos de Europa. ¡Sin duda, nuestros vecinos ibéricos están haciendo bien las cosas!

No son solo los impuestos lo que atrae a las tecnológicas

Si nos fijamos en los casos de Irlanda y Portugal, los países europeos que más éxito están teniendo actualmente para atraer empresas tecnológicas, es fácil darse cuenta de que la fiscalidad es un factor importante, pero no decisivo. Por ejemplo, Bulgaria tiene el impuesto de sociedades más bajo de Europa (10 %) pero está lejos de convertirse en un Silicon Valley; mientras que la República Checa, con un 19 %, es un destino mucho más atractivo para las tecnológicas (¡y eso que en 2019 anunció su propia «tasa Google» para empresas de Internet!).

Desde luego, una fiscalidad beneficiosa es importante, pero también influyen otros aspectos: la inversión en I+D, un entorno favorable para el emprendimiento, el conocimiento del inglés, buenas comunicaciones, estabilidad política… España tiene muchos de estos ingredientes, además de otros atractivos como una excelente calidad de vida, la mayor penetración móvil del mundo y no uno, sino dos hubs de emprendimiento de primer orden (Barcelona y Madrid).

Por esa razón, poner más trabas como nuevos impuestos a las empresas tecnológicas, sin esperar a lograr un consenso europeo, tal vez no sea la mejor jugada para ganar esta partida.

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